jueves, 4 de noviembre de 2010

El Ibicenco

Mora la vieja y nueva morada,
más bien solera de testa firme,
pues se acerca a la suya estirpe
de quien asoma por la ventana.

Salve a la negra y al displicente
de los novillos que alli descansan,
sufren las aguas que mucho estancan
como las tinas del aguardiente.

Clamo a los cielos por ferviente fecho,
el hambre y sequía demostraron
y los manjares.

Sed de gloria y frustrado el lecho,
ellos que alli un dia nacieron
de los linfares.


El Ruiseñor

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