jueves, 31 de diciembre de 2009

de bestias

Cómo me he convertido en una amalgama de capas de lípidos es algo fácil de explicar.


Solo tienes que seguir quieto y dejarte pudrir. Casi sin darte cuenta no te puedes mover y terminas solo. Todos avanzan a tu alrededor, se mueven, caen…. Y tú los miras. Muy quieto. Casi sin respiración un día te despiertas. Te ves con asco en el reflejo de un vaso de algo dulce. Entonces vomitas. Alguien viene a limpiarte. Crees que has tocado fondo. Ahora todo irá a mejor. Comes, descansas, comes algo y te sientas. Te quedas dormido. Te despiertas y te ves con asco en el reflejo de un vaso de algo dulce justo antes de vomitar. Estas perdido pero tienes esos momento de esperanza que te matan poco a poco. Crees que eres especial. Luego ya ves que no. Pero joder, esos momentos… te arrancan trozos de ti. Algo ocurre durante unos segundos, casi minutos, en los que crees realmente que no estás dentro del círculo más cerrado e infranqueable del mundo. Un circulo lleno de grasa, pus y perversiones que ni tu comprendes. Un lugar del que huir. Desde luego eso querrías. Pero ya no puedes. Ahora te parece imposible recordar el pasado. No comprendes como te has convertido en esto tan progresivamente que nadie se dio cuenta. Un día eres un ser humano corriente. Al siguiente una bestia que mastica órganos aun calientes y pelea con otras criaturas tan repulsivas como tú. La gente te mira de otro modo. Algunos incluso parecen reconocerte, pero en realidad no. Porque ya no eres tú. No eres ni tu sombra. De hecho, no eres ni tu vómito. Eres solo otra criatura más... Otra bestia putrefacta que lo único que ansía más que masticar es su propia muerte. Dar tanto asco al mundo no es agradable. Incluso para mí.


Rrrrr.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Bestiario

Las bestias están fuera de tu alcance. Eso era lo que se repetía una y otra vez en mi cabeza. No me dejaba dormir, no podía descansar. Toda la noche dando vueltas. Pensando en que pasaría si realmente esa frase fuese cierta. Qué pasaría si al levantarme y dirigirme a la sala mayor del bestiario no pudiese controlarlas. Mal comienza para una profesión heredada. Y es lo que pasa si jamás has luchado por nada. Si solamente te dejas llevar por la rutina, el olvido y el presente. Si no piensas nunca en el futuro, este puede llegar en cualquier momento y entonces es demasiado tarde para dominarlo. Simplemente te aborda y tú eres insignificante dentro de él. Por eso, y tras la muerte de mi abuelo, me veo aquí, sudando y dando vueltas. Deshaciendo mi nicho de paja. Nervioso y asustado. Pero ya queda menos para ver qué pasará, los primeros rayos de la mañana se asoman por la estrecha angostura entre rocas de la pared norte de mi habitación. Mi tristeza ha desaparecido, y es algo que también me preocupa. Solo hace dos jornadas que murió la única persona que ha intentado hacer algo para arreglar mi vida. Nunca respeté tanto a alguien como a mi abuelo. Él lo era todo para mí y con su muerte me quedo solo. Peor aún, me quedo con su trabajo. Malditos puestos heredados. De buena gana lo cedería a algún mendigo u orfebre cansado del poco éxito comercial. Pero aquí estoy, como siempre, lamentándome por mi vida y casi sin sentir la perdida de la de un ser querido. Me doy asco. Deberían sacarme a mí a la plaza y no a las bestias. Soy yo el que da asco Al menos yo no sería peligroso para mi guarda. Pero tengo que afrontarlo. Ya casi es la hora. Soy maestre de bestias ahora y tengo que serlo el resto de mi vida. Criaturas multiformes me esperan dos niveles más abajo. Soy ahora el responsable de su paseo hasta la plaza y de enfurecerlas hasta que sean capaces de odiar hasta el aire que les rodea. Tienen que pelearse hasta consigo mismas para despedazar a los condenados. Tengo que ser capaz de recogerlas en el bestiario después de una orgia de sangre, huesos y odio. Y tengo que hacer todo eso sin ser devorado. No sé cómo hacerlo. Y encima la voz de mi abuelo sigue sonando en mi cabeza. Las bestias están fuera de tu alcance.


Rrrrr.