miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Madre A Su Hijo


Mariana, miraba de hito en hito al pequeño Carlitos, su reciente adquisición. Su piel rezumaba frescor y a la vez calor, ese carlor propio de una criatura de ese tamaño. Unos ángeles ceremoniaban la escena pues sujetaban el halo de poder del ser. Ese elemento que condicionaría su vida si la tuviese. La propietaria lo depositó en su pequeño nido de mantas sabiendo que su pequeño corazón se había parado. Le recitaba algunos pasajes de "Las Crónicas" mientras derramaba alguna lágrima por el recuerdo histórico.

Cuando lo compró quiso sacarlo a que se maravillara de las grandezas de la tierra, sacarlo de la construcción donde se fabricó algunos dias antes, y ese instante fue pleno. Pleno pero breve.

Pero Carlitos no era un niño precisamente, su corazón se gastó porque había vivido muchas mas aventuras de las que acostumbran los animales de su edad, edad por acotar el tiempo de su creacíon y habituallamiento al mundo. Pero su tiempo se contaba en otras unidades de medida ajenas a nuestro conocimiento. Carlos era un anciano comparado conmigo. Contigo, quiza menos.

El Ruiseñor

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