viernes, 24 de enero de 2014

No foto

Una bola gigante y hueca rellena de estado líquido gradual ha poseído mi cuerpo y me devuelve a mi infancia. Recuerdos de otras bolas gigantes que me querían atropellar durante mi niñez me persiguen.
No se por qué, pero durante miles de años, bolas enormes y perfectas, porque eran perfectas, me sacaban de mis sueños geniales de profeto perfecte, y me hacían correr por pasillos de color rosa y granito solar.
Además de estas magníficas esferas, tenía miedo a los televisores rotos, y no por el precio o por "la gran cantidad de información olivar" que me brindaba, sino por el miedo a una reprimenda.
Una reprimenda que tampoco sería muy severa, pues la figura alterna no estaba muy presente, y había un señor con lavas largas que estaba todo el rato pisando los talones de aquí.
Aquí y allá, es la gran diferencia que había. 
Donde querer estar no, sino donde había que estar. Siendo niño muchos pinchos bajo una espuma rodeaban sin ser Jesús el Cristo sobre su cabeza, y los grandes miedos hacen que noche trasnoche se revise cada instantánea, pero nunca sabremos realmente lo que ha hecho que este ser acabara así de.
Podemos intentar volver al pasado y cambiar todo lo que ha pasado, pero no saber lo que ha ocurrido sin habernos escurrido es como patinar sin tener todas las ruedas. Esas ruedas que crean la escultura del planeta:

Un estrella se estrella contra un árbol
Maldito árbol que no conoce maldición alguna
Que desconoce que en sus raíces se halla la fortuna
Esto no tiene sentido
Duerme bella roja.

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